martes, 17 de agosto de 2010

Diario de una refugiada española



ÉXODO

Por Pablo Portales

Desde el 24 de enero hasta el 7 de julio de 1939, Hortensia Blanch Pita (La Habana, enero de 1914- Ciudad de México, agosto de 2004), con su seudónimo literario, Silvia Mistral, va anotando lo que ve y padece desde la inminente caída de Barcelona hasta atracar el Ipanema en el puerto de Veracruz. Luego contará la historia, de acuerdo a un testimonio literario, primero seriada en el semanario Hoy, después editada por Minerva (Ciudad de México, 1940).

Sesenta nueve años tardó que se reditara en España el diario de la refugiada española, Silvia Mistral. Una muestra de la vitalidad de la memoria atizada desde comienzo del siglo XXI, la misma que clama por exhumar los restos de miles de españoles, del bando de la Mistral, muertos en la guerra.

La autora es una observadora participante del acontecimiento: el desplazamiento de centenares de miles de personas con motivo de la derrota republicana. Su mirada va fijando pormenores de un trayecto penoso, personal y colectivo, que bajo la forma de diario de viaje mixtura su diario de viaje con una crónica sobre los primeros tramos del exilio republicano.

La sobreviviente no ha demorado en releer lo escrito al calor de las emociones propias y grupales vividas en su recorrido, entre la salida de Barcelona y la llegada a Veracruz. Lo hace seguramente pensando en una edición que llegará a manos anónimas, distantes del tiempo y espacio de los sucesos.

La literatura le proporciona recursos que imprimen vuelo al relato y permite a los lectores acercarse con interés a una realidad que suele ser opacada por una carga de prejuicios o de falsas representaciones. La experiencia revisada y reelaborada, a meses de vivida, consigue crear un imaginario propio de la creación literaria.

El Viaje descrito por la Mistral se inicia con su repentina salida de Barcelona; continúa camino a la frontera bajo un asedio intenso; la recibe una gendarmería militarizada, agresiva; se interna en Francia y se radica en una aldea de “la petit provençal”, donde, junto a sus compañeras de ruta, es sometida a vigilancia y humillaciones; hasta recibir la nueva de ir a Burdeos a embarcarse hacia América; zarpa haciendo una alborotada travesía atlántica y caribeña hasta descender en el puerto mexicano de Veracruz.

En Barcelona, de enero de 1939, la vida se desfonda en 24 horas y emprende un “eterno viaje de invierno y de noche”. Atraviesa paisajes “donde nada ríe y nadie habla”. El silencio se quiebra con el rugido de aviones que descargan metralla y bombas. En la ruta del exilio se abre un abismo que separa el ayer y el mañana, quedando “un presente de dolor uniforme”.


En la frontera, la obsesión de los españoles que “en fila india bajan de las montañas”, perplejos, son reos de la república francesa. La gendarmería divide las familias, los hombres son internados en un “desierto de arena” sometido al soplido del mistral y la vigilancia de los senegaleses de uniforme con armas y “orden de matar”.

En aldeas del Mediodía francés las mujeres se dispersan. Ahí, donde “un día es igual al otro día”, esperan el reencuentro con sus familiares en los campos, pero los que arriban son agentes españoles a repatriarlas, en complicidad con una policía francesa que “desea nuestro regreso”. Muchas ceden, otras resisten aferrándose a las palabras escritas por los suyos: “yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa… sueño con el sol del mundo”.

En Les Mages, su aldea, alumbra ese sol. Un 6 de junio recibe la nueva de ir a Burdeos. Mistral tramita su partida contaminada de selecciones partidistas, se reune con su hombre que llega de Argelès-sur-Mer y se embarca en el Ipanema que, atestado, será un lugar donde se vivirán noblezas y miserias humanas. Con las vistas en el horizonte como que atraen la nueva tierra de acogida. En Veracruz bajan con la mejor tenida y con la emoción de unir el recuerdo (pasado) y la promesa (futuro) antes desgarrado.

A cinco años de la muerte de Silvia Mistral, se exhuma su diario, el relato de seis meses de su vida compartida con parte de un pueblo, camino al exilio. Un testimonio que, empapado de un ética libertaria, consigue recrear un mundo real y fantástico, dotando el relato de un temple apto para re-conocer una historia, aunque muchas veces oída, nunca acabada imaginar en la mente del lector.

























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