La apuesta por la cultura en la II República Española
Desde los primeros momentos del Nuevo Régimen, los dirigentes republicanos apostaron decididamente por la cultura.
Rafael Calero Palma | Margen Izquierda | Hoy a las 11:59 | 57 lecturas | 1 comentario
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El recuerdo no sólo destruye, sino que construye.
Eduardo Haro Tecglen
La II República Española fue un período repleto de luces y sombras, de aciertos y fracasos, de promesas cumplidas y deseos hechos añicos. No obstante, hoy que tantos aspectos se están cuestionando de aquel tumultuoso y apasionante momento histórico, hay algo que resulta del todo incuestionable: aquel 14 de abril de 1931, las mujeres y hombres de este país no apostaron sólo por un cambio de régimen político. Aquel día primaveral con aires de día festivo, la ciudadanía se echó a la calle por algo mucho más sustancial. La gente, tras siglos de pobreza, atraso, analfabetismo, y penurias de todo tipo, estaba ávida de pan y libertad, por supuesto, pero también de cultura, de libros, de obras de teatro, aunque la inmensa mayoría jamás había visto nada parecido.
Desde los primeros momentos del Nuevo Régimen, los dirigentes republicanos apostaron decididamente por la cultura. Las medidas de carácter educativo y cultural puestas en marcha por la República tuvieron que ver, principalmente, con la construcción de nuevas escuelas y con lo que se dio en llamar las Misiones Pedagógicas.
Lo republicanos españoles estaban dispuestos a que España dejara atrás su atraso secular, y para ello había que terminar, antes que nada, con el analfabetismo galopante que asolaba el territorio nacional. Gabriel Jackson estima que la mitad de la población de este país no sabía ni leer ni escribir en 1931. Para el Gobierno Republicano provisional el objetivo prioritario era la construcción, en cuatro años, de 27.000 escuelas de educación primaria que atendieran a un millón y medio de niñas y niños que no estaban escolarizados. Tanto Marcelino Domingo, primer Ministro de Instrucción Pública, como su sucesor al frente del Ministerio, Fernando de los Ríos, pusieron toda la carne en el asador para que su plan de construcción de escuelas, sobre todo en las zonas rurales, arribara a buen puerto. Para que nos hagamos una idea, ahí están los datos. Desde 1909 hasta la caída de la Monarquía, se construyeron 11.128 escuelas. Desde abril de 1931 hasta diciembre de 1932, se edificaron 9.600 nuevas escuelas. Y lo mismo ocurrió con la contratación de maestros. Sólo en los primeros meses se contrataron 7000 nuevos maestros y maestras, a los que se les subió el sueldo un 15 por ciento entre 1931 y 1933. Sin embargo, ambos ministros tuvieron que enfrentarse a numerosos problemas, sobre todo relacionados con la Iglesia Católica, decidida a defender con uñas y dientes (como se vio unos años después) los privilegios ancestrales de los que gozaban en materia educativa e incapaz de comprender, como sostiene Gabriel Jackson, que el objetivo prioritario de aquellas medidas era "proporcionar un mínimo de educación a todos los niños de España."
El otro gran hito cultural de la II República fueron las Misiones Pedagógicas. Si tuviésemos que explicarle a alguien completamente ajeno al tema qué significaron las Misiones, nada más esclarecedor que las palabras del periodista y escritor Eduardo Haro Tecglen en su libro El niño republicano: "iban por pueblos de hambre y miseria, y desde una cultura elevada llevaban romances, canciones, representaciones, a gentes que no sabían, literalmente, leer: pero que de pronto entendían, se veían a sí mismos representados, y a sus problemas: y reían, y gozaban." Esa era el objetivo principal de las Misiones Pedagógicas: acercar la cultura a personas que por su condición social y, sobre todo, por su situación geográfica, jamás habían tenido contacto con algo parecido a la alta cultura. El Patronato de las Misiones Pedagógicas estuvo presidido por Manuel Bartolomé Cossío e integrado por figuras de la talla intelectual y moral de Antonio Machado, Pedro Salinas, Luis Bello o Rodolfo Llopis, entre otros.
Desde mayo de 1931 en que fueron creadas, las Misiones Pedagógicas ofrecieron diversos servicios itinerantes, tales como bibliotecas (se repartieron más de cinco mil bibliotecas y más de medio millón de libros), obras de teatro, museo, cine, guiñoles y música. Todo ello gestionado, dirigido, puesto en marcha por personas que no cobraban por hacer este trabajo, es decir, hombres y mujeres que estaban allí por puro altruismo. En muchos lugares de este país, gracias al esfuerzo desinteresado de estas personas, se pudo ver por primera vez una película de Charlot, escuchar una sinfonía de Beethoven, o ver una reproducción de un cuadro de El Greco. Como anécdota hay que destacar que un joven José Val del Omar, actuó en calidad de cineasta para rodar un documental de aquellas jornadas.
Unido íntimamente al espíritu de las Misiones Pedagógicas estuvo el proyecto de teatro universitario liderado por Federico García Lorca: La Barraca. La idea del poeta y dramaturgo granadino no era otra que poner al pueblo llano en contacto con el mejor teatro que había dado la historia de la literatura, o como señala Ian Gibson, llevar un poco de “esperanza a comunidades que a veces daban la impresión de vivir todavía en la Edad de Piedra.”
Como ya sabemos, todo esto quedó truncado por el golpe militar del 18 de julio de 1936 y por la posterior Guerra Civil, con la barbarie que conllevó. Miles de maestros y maestras, de escritores, de intelectuales y gente de la cultura, fueron asesinados, encarcelados, depurados, silenciados, o simplemente se vieron obligados a exiliarse para salvar su vida.
Sirva este modesto artículo para recordar la memoria de todas las personas que de una u otra manera pusieron su granito de arena para que aquellos proyectos fuesen una realidad.
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