lunes, 9 de abril de 2012

“EN TIERRA EXTRAÑA. El exilio republicano onubense”
Jesús Ramírez Copeiro del Villar.
+ Información: http://www.copeiro.com.es
La primera vez que supe del exilio y de la existencia de republicanos españoles
en los campos nazis fue en el mes de julio de 1967, durante mi estancia en
Burdeos para aprender francés. Residía en una modesta pensión del barrio de
Saint Michel, un barrio antiguo ocupado por exiliados españoles, en su mayoría
anarquistas. Hablando con ellos supe de la existencia de 10.000 republicanos que
fueron a parar a los campos de exterminio y me enseñaron sus fotos con el
mismo traje a rayas que vestían los judíos. Aquello me impactó pues en España
nada se sabía de este asunto.
Los anarquistas de Burdeos me contaron que los primeros soldados en entrar en el París ocupado por los
alemanes fueron precisamente republicanos españoles de la División Leclerc y que en el morro de sus
tanques llevaban escrito los nombres de las batallas que habían ganado en la guerra civil: Madrid,
Guadalajara, Teruel, Jarama, Brunete, etc. También me dijeron que el general alemán que gobernaba París,
se rindió a uno de estos españoles y que al final de la guerra, en el desfile de la victoria celebrado en los
Campos Elíseos, junto a los generales francés, inglés y norteamericano, había un teniente republicano en
representación de los españoles que habían participado en la liberación de Francia
Pues bien, la idea de escribir este libro surgió a raíz de un viaje a Francia para hablar con la viuda de
Francisco Méndez, el valverdeño deportado a Mauthausen. También quería incluir la historia de los demás
onubenses que pasaron por los campos nazis, pero el asunto se fue complicando cuando en los pueblos que
visitaba aparecían nombres de personas que habían salido de España a raíz de la guerra civil. Decidí
entonces ampliar la investigación a todos los exiliados de la provincia.
El tema del exilio republicano en Huelva es en general un asunto ignorado. Salvo la figura del conocido
poeta moguereño y premio Nobel, Juan Ramón Jiménez, y salvo algunos periodistas, políticos o alcaldes,
podemos decir que poco se sabe del tema. Hemos recuperado las vivencias de casi 400 exiliados, gente
común, gente corriente, personas que en la mayoría de las veces eran desconocidas incluso en sus propios
pueblos. Y hemos querido también ponerles rostro. Esta ha sido nuestra obsesión, conseguir una imagen de
cada uno de ellos gracias a la ayuda prestada por sus familiares.
He querido recuperar la historia de los perdedores, de los que más sufrieron y de los que nadie se acuerda.
Creo que es un deber recordarlos para las generaciones futuras, así no caerán en el olvido. Recogemos aquí
su lucha, su firmeza y su aguante en el exilio. Una de las Nueve Rosas, en su carta de despedida antes de
ser fusilada, dejó escrita la siguiente frase: que mi nombre no se borre de la Historia. Pues bien, ese ha sido
nuestro afán: recuperar los nombres de los que tuvieron que marchar a otras tierras, a tierra extraña. Tengo
el convencimiento de que estas personas ya no serán olvidadas.
EL “NYASSA” Y EL PASO HACIA PORTUGAL
Ante el avance de las fuerzas nacionales muchos republicanos
buscaron refugio en Portugal. Pero la dictadura del presidente
Salazar era afín a los militares sublevados y las autoridades
portuguesas devolvían a los refugiados. Esto fue lo que pasó con
Juan Fernández Romero, alcalde socialista de Valverde del Camino,
que fue entregado a los nacionales y no se supo más de él. Por
esta razón Portugal no fue tierra de exilio, sino tierra de tránsito
hacia otros países. No obstante hubo siete onubenses que
permanecieron allí varios años gracias a la ayuda de la población
portuguesa.
EL “STANBROOK” Y EL EXILIO EN EL NORTE DE AFRICA.
El exilio republicano hacia el norte de África se produjo a
lo largo del mes de marzo de 1939, un mes antes de la
derrota final. El Stanbrook un viejo carguero británico
fue el último barco en salir del puerto de Alicante antes
de que las tropas italianas del general Gambara tomara
la ciudad. Llevó cerca de 3.000 republicanos a Orán y
fueron conducidos a los campos de trabajo de Bou-
Arfa y Colomb -Béchar, en el desierto, para construir
a base de pico y pala un ferrocarril, el llamado ferrocarril
transahariano. Se estima en unos cuarenta los
onubenses que pasaron por Argelia y Marruecos.
EL EXODO A FRANCIA
Tras la derrota del Ebro y la caída de Barcelona, medio millón de personas pasó
a Francia en febrero de 1939. Pero los franceses no se lo esperaban, no tenían
nada previsto, así que los refugiados fueron internados en las playas de
Argelès, Saint Cyprien y Barcarès, próximas a la frontera. Se trataba de
playas desiertas, sin barracones donde protegerse del frío y de la lluvia, sin
agua potable y sin letrinas. Los refugiados dormían sobre la arena, en hoyos
que hacían en la playa, tapados con mantas. Las playas estaban rodeadas por
alambradas y vigiladas por soldados negros senegaleses. Más de 15.000
refugiados murieron en las primeras semanas por diarreas y enfermedades
bronquiales.
Las únicas opciones que tenían los refugiados para salir de los campos de
internamiento eran: apuntarse en las Compañías de Trabajo, alistarse en la
Legión Extranjera o la deportación a España. La guerra mundial había
empezado y Francia quería aprovechar la mano de obra encerrada en los
campos. La mayoría se apuntó en las Compañías de Trabajo militarizadas y
enviados a trabajos de fortificación y defensa en la frontera franco-alemana, la
famosa Línea Maginot, una barrera de acero y hormigón a base de búnkers,
que según los franceses nadie podría atravesar. Pero iniciada la guerra mundial,
las divisiones alemanas no atacaron frontalmente la Línea Maginot, sino que
invadieron dos países neutrales como eran Bélgica y Holanda, bordearon la
Línea Maginot y sorprendieron por la espalda a sus defensores capturando a
10.000 españoles que fueron enviados a los Stalgs o campos de prisioneros. Las
autoridades alemanas preguntaron a las españolas qué hacer con los miles de
españoles que tenían presos. Franco consultó con su cuñado Serrano Suñer,
ministro de Exteriores, y dijeron no querer saber nada de ellos, que no eran
españoles. Desde ese momento fueron considerados apátridas y su status
jurídico cambió radicalmente: de prisioneros de guerra pasaron a ser considerados prisioneros
políticos y enviados por tanto a los campos de exterminio nazis. La mayoría acabó en Mauthausen
falleciendo 7.000 de ellos. Una treintena de onubenses pasó por los campos de exterminio, de los
cuales la mitad sobrevivió.
EL EXILIO EN REPUBLICA DOMINICANA
Hubo tres países americanos que acogieron refugiados españoles y los sacaron de los campos
franceses: República Dominicana, Chile y México. A República Dominicana fueron 3.000 españoles,
de ellos 6 onubenses. Al dictador Trujillo le daba igual que los españoles llegados fueran rojos o
azules, lo que quería era gente de raza blanca para blanquear el país, pues había muchos negritos.
Pero el régimen del dictador Trujillo no era un régimen de libertades y la mayoría de los exiliados
españoles se fueron a otros países como Venezuela o México.
EL “WINNIPEG” Y EL EXILIO EN CHILE
El poeta chileno Pablo Neruda organizó el envío de 2.300
refugiados desde los campos franceses hasta Valparaíso
(Chile). Viajaron en el buque Winnipeg y en él fueron 4
onubenses.
EL “SINAIA” Y EL EXILIO EN MEXICO
México acogió cerca de 25.000 españoles, entre ellos 50 onubenses. A México fueron los
intelectuales y líderes políticos. Es decir, la élite del exilio. La embajada de México en París repartía
en los campos franceses unos cuestionarios a los que querían ir a México, en los que había que
poner los datos personales, profesión, filiación política y sindical, etc. Y claro, México escogió a los
mejores, se llevó a ingenieros, médicos, abogados, maestros, periodistas, escritores, políticos, etc.
Y tan importante fue este grupo y tanta influencia tuvo sobre el gobierno mejicano que durante 40
años nunca hubo relaciones diplomáticas con la España de Franco. Una vez muerto éste e
instaurada la democracia en España, se abrieron embajadas y consulados. El Sinaia fue el primer
barco que llegó a Veracruz (México) con refugiados sacados de los campos franceses.
EL EXILIO EN LA UNION SOVIETICA
A Rusia fueron 3.000 niños evacuados del norte de España con sus maestros,
también un grupo de alumnos para hacer un curso de piloto de avión y al terminar
la guerra fueron los dirigentes políticos y militares ligados al PCE. En total, 4.200
españoles, de ellos 5 onubenses que lucharon como guerrilleros siendo fusilado por
los alemanes Juan Beltrán (Puebla de Guzmán).
ONUBENSES EN EL EJERCITO FRANCES Y EN LA RESISTENCIA
Hubo también onubenses en la Legión Extranjera, seis en concreto y además una treintena luchó
en la Resistencia en contra de los alemanes. Realizaron actos de sabotaje, recogían alijos de
armas lanzados en paracaídas por los aliados y liberaron numerosas localidades del sur de Francia
como Albi, Perpignan, Toulouse, Pamiers, Foix, Pau o Lourdes desfilando por sus calles. Y hubo
quien entró en París con La Nueve, la famosa compañía de la División Leclerc, en agosto de 1944
liberando la ciudad. Se trata de Antonio Llordén (Nerva) sargento del Teruel. La Nueve era una
compañía compuesta por españoles, con mandos también españoles y su idioma era el español.
FRANCISCO MENDEZ EN MAUTHAUSEN
Méndez estuvo en Mauthausen, en la famosa cantera de granito y tenía
que subir bloques de piedra de 20 kilos a la espalda por una escalera de
186 peldaños. Después pasó al campo filial de Gusen, a 4 kilómetros del
anterior, donde las condiciones eran iguales o incluso peores. Si un
preso caía enfermo y no podía ir al trabajo se exponía a que le pusieran
una inyección de benceno o gasolina en el corazón para eliminarlo.
Ingresar en la enfermería era un riesgo. Y si el médico en una revisión
detectaba pulmones enfermos (tuberculosis), diarreas o síntomas de
locura, no había escape. En cierta ocasión le apareció a Francisco Méndez un forúnculo en las
nalgas que le daba la lata. No tuvo más remedio que ir a la enfermería y que un médico alemán le
diera un corte para drenar el pus. Pero nada más, Méndez salió zumbando hacia el trabajo y las
curas corrieron por su cuenta.
Francisco Méndez sobrevivió gracias a su oficio de zapatero y ser útil a los alemanes al hacerles
botas a medida. Su esposa Mª Louise Méndez nos decía que una vez libre había tres cosas que
recordaba de forma especial: el hambre, el frío y el olor de los cuerpos quemados que lo
impregnaba todo. Se solía despertar por la noche angustiado por algún mal sueño sobre el campo,
tenía pesadillas, sentía miedo y lloraba. Francisco Méndez contó a su esposa que al llegar a
Mauthausen en 1941 el comandante del campo les dijo como saludo de bienvenida una frase que
en un principio el valverdeño no supo entender: Por esa puerta habéis entrado y por allí saldréis
(señalando la chimenea del horno crematorio). Méndez no tardaría mucho tiempo en
comprenderlo. Del conjunto de españoles que pasaron por el complejo Mauthausen - Gusen, 7.000
de ellos salieron por el humo de sus chimeneas.
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Tras la derrota republicana en la guerra civil muchas personas tuvieron que
huir del país. Tal fue el caso de los alcaldes socialistas de Huelva,
Aljaraque, Ayamonte, Sanlúcar de Guadiana, Mina de Herrerías,
Almonaster, Galaroza, Los Marines, Linares de la Sierra, Corterrangel,
Corteconcepción, La Granada de Riotinto, Minas de Riotinto y
también el alcalde de El Castillo de las Guardas (Sevilla), que era de
Nerva. Con ellos marcharon diputados, concejales y sindicalistas de UGT y
CNT. Pero no sólo políticos, también abogados, jueces, médicos, maestros,
periodistas, poetas, campesinos, mineros, zapateros, albañiles, etc., con
alguna militancia conocida o cargo sindical en sus pueblos, lo que les obligó a
huir.
El final de la guerra civil trajo como consecuencia el drama del exilio, familias rotas y sin medios
económicos para sobrevivir. A pesar de que hubo familias enteras que marcharon del país, casos
de Tharsis, El Cerro, Galaroza, Huelva, La Palma del Condado, Puebla de Guzmán o
Valdelarco, lo habitual es que el marido pasara a Francia con sus compañeros de armas y la
familia quedara en el pueblo a la espera. La reunificación fue siempre difícil, primero por el
estallido de la guerra mundial y luego por la dificultad que entrañaba atravesar España de sur a
norte ante la falta de dinero y de salvoconductos. A partir del año 1950 algunas esposas, solas o
con sus hijos, lograron viajar para reunirse con el marido exiliado, pero fueron casos contados.
Tantos años de permanencia en solitario fue causa de que muchos exiliados se unieran a otra
mujer e incluso que formaran otra familia. Hubo reencuentros de hijos con más de veinte años de
edad y sus padres, al regreso de éstos a Huelva. Hijos que eran pequeños e incluso bebés cuando
sus padres marcharon y que al verse no se reconocían.
Algunos exiliados regresaron de visita a sus pueblos de origen para ver a sus
padres, algunos lo hicieron como ciudadanos franceses, otros volvieron por
alguna amnistía, pero la mayoría no quiso volver en vida de Franco. Tuvieron
que esperar cuarenta años a que el general muriera, demasiado tiempo,
muchos quedaron en el camino. Hay dos casos llamativos de muertes en fechas
señaladas: el de Antonio Alfonso Rodríguez (Ayamonte), que tras conocer
la noticia de la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, falleció
ese mismo día en su casa de Caracas de emoción y alegría, al saber que podía
ya regresar; y el de José Correa Pérez (Isla Cristina), que falleció en París, el 23 de febrero
de 1981, de la impresión producida al ver en la televisión el asalto de Tejero al Congreso
de los Diputados y creer que España volvía a las andadas.
La gran mayoría de exiliados permaneció en los países de acogida. Al principio creían que la
estancia sería temporal, más tarde se tuvieron que resignar. Los que no pudieron volver fueron
olvidados, hasta el punto de que en muchos de sus pueblos ni siquiera les recuerdan. Sólo un
veinte por ciento de los exiliados onubenses regresó a España. Los matrimonios mixtos
proliferaron y muchos refugiados adquirieron la nacionalidad francesa, al igual que sus hijos y
nietos. Casi todos los onubenses se asentaron en el sur del país: Toulose, Burdeos, Perpignan,
Alès, Pamiers, Foix, Albi, etc. Abundan los apellidos españoles y ahora, muchos hijos y nietos
de estos exiliados desean recuperar la nacionalidad española.
La investigación se ha desarrollado pueblo a pueblo, recorriendo los 79 municipios de la provincia
de Huelva, al menos en dos ocasiones, en busca de nombres, apodos, amigos y familiares. La
investigación ha reconocido exiliados en 64 pueblos de la provincia. La búsqueda flaquea sin
embargo en los pueblos mineros, al haber emigrado la población de entonces. Se han
recuperado las vivencias de casi 400 exiliados, de los que sólo seis aún viven (tres en
Francia, dos en México y otro en Aracena).
memoriahistorica@cgtandalucia.org

1 comentario:

Psicólogos en Móstoles dijo...

si es alucinante, yo tampoco sabía nada de esto, pero pusieron un documental en la tele, ahi fue ciando me estere terrible.